viernes, 10 de febrero de 2012

Definitivamente no me voy a casar


Por más prisas y golpes que diera para abrirse paso en medio de la gente, no conseguía avanzar lo suficientemente rápido. Y que los dioses la protegieran si volvía a llegar tarde. Otro desplante más a Connor, y la que tendría que dormir en el sofá sería ella. No. Bueno. Tal vez solo cancelaría la boda.

“¿Y eso era malo?”

Bufó. Maldita fuera la hora en que su coche decidió dejarla botada en una calle completamente deshabitada, bueno, no tan deshabitada si tomaba en cuenta al gato siamés que casi la mata del susto y a ese pobre vagabundo que había dejado olvidado los pantalones y parte de su cordura. Un temblor la recorrió, y no exactamente por el frio.

Sacando su celular del bolso miró resignada hacia el aparato que decidió morir sin avisarla. Ya se imaginaba la cantidad de llamadas que Connor dejaría en su buzón. Maldito condenado aparato bueno para nada y maldito su jefe que no respetaba sus horas de trabajo.

“Estas maldiciendo mucho.”

“¡Me vale una mier…!”. Los ruidos de la ciudad acallaron sus pensamientos mientras recordaba malhumorada la agobiante tarde que había tenido que soportar a su lado. Ese viejo verde disfrutaba viéndole las piernas mientras se rascaba la panza, y a ella le tocaba hacer horas extras porque su jefecito siempre olvidaba pasarle los últimos informes de cierre. Si eso no cabreaba hasta al más santo entonces que la jodieran. Ella estaba segura que el único motivo por el que el tipejo ese no se le insinuaba hasta ahora, era porque ella estaba comprometida nada más y nada menos que con el vice-presidente de la firma para la que ambos trabajaban.

“Genial. Genial. Genial.”

Había intentado hablar de eso con Connor, pero su respuesta fue rotunda.

-Sanders es un hombre de bien.-dijo prestándole la misma atención que a los garbanzos que había dejado olvidados a un lado de su plato-. La empresa es muy afortunada por contar con un hombre de su capacidad e ingenio. Dudo mucho cariño, que él te este poniendo trabas. Tal vez sólo estas imaginando esas cosas.

“¡Que imaginaciones y ni los mil demonios!”, pensó recordando lo cerca que estuvo ese día de clavarle el tenedor en la yugular. Su novio podría ser un capo en lo referente a su trabajo pero carecía de tacto para muchas cosas, especialmente las referentes a ella.

“Cuando un hombre se proponía joderte la vida, para eso sí que usaba la cabeza. Y hablo de la de arriba.”

¿Por qué no terminaba con él? Esa era una pregunta que se había venido haciendo desde hace algún tiempo. Y no era que no lo quisiera ni que dudara mucho de lo que tenían, pues la mayor parte del tiempo Connor dejaba a un lado esa fría y estirada máscara para dejar a la vista al hombre tierno y caballeroso que ella quería. Suspiró apurando el paso. Era tan solo que a veces sentía que eso no era suficiente, pero a sus casi treinta años y con una madre que no dejaba pasar la oportunidad de recordarle que se le estaba pasando el tren pues, tampoco podía ser tan exquisita.

¿O si?

Un escalofrío la recorrió cuando recordó a su madre y la cita que le había concertado con el párroco de su iglesia. Genial, ahí estaba la cereza que faltaba para coronar ese día que iba de mal a peor. Dio media vuelta a la esquina que la dirigiría a Rodicioz, el restaurant que probarían hoy para la cena antes de la boda, mientras una sonrisa de triunfo asomaba a su rostro cuando recordó lo que había tenido que hacer para separar ese lugar, pues a su madre ni a Connor les había hecho mucha gracia. Ese era un lugar demasiado burdo para un evento como aquel según ellos, pero quieran o no, era SU lugar burdo. El de ella y el de su padre al que tanto amo.

Una ola de nostalgia barrió su corazón haciéndola añorar la presencia de un ser que la había amado y cuidado como ningún otro. Ojala estuviera junto a ella para sostenerla en esos momentos tan cruciales, y encerrar a su madre durante algunos días para que ella pudiera respirar si no fuera tanto pedir.
Emma pasó por la pastelería a la que solía acudir con su padre cuando era niña y se preguntó qué diría él en ese momento. No, en realidad ella sabía lo que le diría exactamente. Hasta podía escuchar su voz restándole importancia.
-Eres aún muy joven para casarte burbujita, así que por mi puedes ir cancelando la boca.-diría mientras compartían un pastel de fresa en ese lugar al que concurrieron hasta pocos días antes del accidente.- Yo me encargaré de levantar una orden de alejamiento para ese bueno para nada.

-Papá, ya casi tengo 30…
-Treinta, cuarenta, cincuenta.- diría él encogiéndose los hombros mientras le daba esa sonrisa que sólo dedicaba para ella.- tú eres mi bebe, y a mi bebé nadie la aleja de mí.

“Pero si pudieron alejarlo a él de ella.”

No. No pensaría en eso hoy. Disfrutaría de la cena junto a Connor y pasarían una rica velada haciendo el amor en su departamento o en el de él. Si. Eso haría. Cruzando la calle, viró hacia el familiar local que se alzaba desde hace muchos años y que le traía tan buenos recuerdos, cuando lo vio ahí, esperándola.

“Parece que hoy si nos despertamos de buenas”, pensó silbando para adentró mientras miraba a su novio de espaldas y con los reflejos del sol sobre su cabello color bronce, una ramera de cuero y jeans desteñidos que proyectaban un toque misterioso y atractivo, que gritaba peligro, a millas de distancia. Emma frunció el ceño, extrañada. Nunca le había visto esa casaca. Tampoco nunca había pensado que su novio fuera misterioso y mucho menos peligroso, a menos que temieras que te atacara con un lápiz con mucha punta o una avalancha de informes que traspapelar. En realidad, esa sería la última descripción que le daría a él. Y Connor era muy malo con su puntería para variar.

“Si Connor decidió vestir algo más… diferente, es cosa suya. ¿No deberías estar contenta? Tu novio el estirado no tenía atorado un palo en el culo después de todo. Así era su cara. ¿Ves?.”

-Debería dejar de pensar así de él. –se dijo.- No. Debería apurarme porque no parece muy contento después de todo.

“Y ya empezaste a hablar sola…”
“Genial.”

Dicen que algunas novias se vuelven unas completas perras antes de sus bodas. Bueno. Ella no se estaba volviendo una perra, pero si tal vez un poco loca.
Llegó a donde estaba Connor y se quedó abrumada por el olor que desprendía. Primitivo. A tierra y sol. A testosterona, purita y de calidad. “Ya deja de decir estupideces y cierra la maldita boca que empezarás a babear”. Sorbiéndose los mocos y haciendo un esfuerzo por controlar el intempestivo temblor que había empezado a sacudir su cuerpo, tiro de Connor y lo giró para besarlo.

Una incomprensible ansiedad la abrumó a la vez que la luz del sol la cegó por unos instantes, impidiéndole ver su rostro. Pero para qué quería su rostro, si esos labios decadentes estaban para morirse. Sin pensarlo dos veces, sus ávidas manos ascendieron por esos musculosos brazos, duros como el pedernal, para tirar de ese rostro cubierto por una barba incipiente. “Connor no tiene barba”, pensó cuando sintió al hombre frente a ella tensarse en respuesta al contacto de sus labios segundos antes de responder con un beso que le prendió fuego a todo su cuerpo y le hizo olvidar a su insípido novio. “Y tampoco es musculoso. ¡Mierda!. La descripción exacta para Connor es escuálido en proceso de formación”.

“¡Apártate Emma!”, se ordenó mentalmente cuando el hombre frente a ella soltó un gruñido primitivo que retumbo en su pecho y que la hizo humedecerse de la emoción. “¿Quién es Emma?”. ¡Oh, yo soy Emma!. Pero ya era muy tarde para alejarse.
Damian no podía creer su suerte. Abrumado por ese exquisito olor a sándalo y flores, tensó los brazos alrededor del suave cuerpo que se apretaba contra él. Había pensado que en una calle tan abarrotada como aquella nadie repararía en su presencia, pero se equivocó. A pesar de que solo se tratara de otra fan que quería sacar partida de él no conseguía ordenar a su cuerpo que la apartara. No cuando sus labios encajaban tan bien con lo suyos y su cuerpo reaccionaba de esa manera al de ella. A sus 35 años no se consideraba parte de los hombres que perdían la cabeza por una mujer, pero es que no había conocido a esta mujer. Gruñendo contra su boca, la apretó contra su hinchada ingle mandando a volar sus pensamientos cuando sintió que moriría al escucharla gemir contra sus labios.

Emma se encontraba dividida entre la excitación del momento y el pánico de estarse besando con un extraño. Sabe Dios por dónde habrá pasado esa boca. Una fuerte descarga eléctrica le recorrió la columna vertebral cuando sintió sus manos recorrerle las nalgas de manera descarada. “¡Oh no señor, eso si que no! ¿O tal vez solo un poquito?”.Asustada de sus propios deseos hizo acopio de la poca fuerza que le quedaba para apartarlo. Poniendo ambas manos sobre su musculoso pecho, se maravilló al sentir el ritmo desbocado de su corazón bajo sus manos. “¡Solo hazlo maldita sea!”, se gritó mentalmente cuando sintió que las fuerzas volvían a abandonarla.

Gimiendo de pura frustración, Emma empezó a removerse entre sus brazos intentando apartarlo.

-No lo hagas.-gruñó esa aterciopelada voz consiguiendo estremecerla cuando sintió el por qué de su negativa a dejarla ir. Su grande y firme erección se apretaba a su muslo de manera descarada.
-Tú no eres Connor.-dijo ella con el ceño fruncido, tratando de ocultar lo excitada que se sentía por la respuesta de su cuerpo.
Damian salió abruptamente de la nube de excitación que empañaba sus pensamientos. -¿Quién diablos es Connor?.- preguntó furioso intentando retener entre sus brazos a esa inquieta mujer.

Apartándola un poco pero sin dejarla escapar de la jaula de sus brazos, la miró por primera vez. Medianamente alta y de complexión delgada, estaba llena en los lugares correctos. Su cabello castaño con reflejos rojos, le caía en ondas gráciles sobre los hombros invitándolo a que lo acariciara. Damian, reprimiendo el deseo de esconder la cara entre sus risos se centró en sus generosos labios hinchados tras su larga sesión de besos dándose cuenta que era una mala idea cuando un nuevo ramalazo de deseo lo golpeó. Frustrado por no poder volver a besarla, no sin recibir un buen golpe de su parte, trató de centrarse en esos ojos marrones que brillaban con una inteligencia hipnótica, y que ahora se desviaban a algún lugar atrás en la calle en busca de su Connor seguramente.

Furioso por el simple hecho de que le molestara el pensarla con otro, no se dio cuenta que esos ojos que antes lo habían hipnotizado, ahora le estaban devolviendo una mirada furiosa e indignada.

-¿Por qué me besaste?.– reclamó ella hundiendo un fino dedo en su pecho.
-Yo no te bese.- dijo Damian entre sorprendido y divertido al verla bufar.- bueno, si te besé pero sólo porque tu lo hiciste primero.
-¡Fue tu culpa! – Exclamó indignada para luego justificarse- pensé que eras Connor.
-¿Quién diablos es Connor?.- volvió a preguntar, empezando a malhumorarse sin sentido.- No es que me importe muñeca, pero preferiría saber con quién me andan confundiendo por si se vuelve a repetir…
-Fue un error…-susurró ella de manera adorable, haciendo casi imposible el no volverla a besar.
-¿Perdón?-preguntó Damian tratando de ocultar su diversión. Nunca se había sentido tan tentado de provocar a una mujer para ver su reacción, pero definitivamente estaba descubriendo un nuevo pasatiempo.
-¡¡¡Que fue un error!!!
-¿Lo dices por el primer o segundo beso?

Emma rodó los ojos entre frustrada y tentada a golpearlo.-Solo te besé una vez.- dijo intentando volver a apartarlo, pero encontrando que sería imposible escapar a menos que él la dejara ir.
-Entonces perdóneme dulzura, ahora mismo enmendaré mi error…-dijo deslumbrándola con una sonrisa pícara antes de apretarla más a él y devolverle un beso que le prendió fuego a todas y cada una de sus células.

Emma se sintió desfallecer cuando esos labios tan firmes la atacaron con una dulzura que la hizo sentir como macilla entre sus manos. Apretándose más a ese desconocido intentó recordar el por qué hace unos momentos había estado intentando alejarse de él. “Porque estás comprometida y besando a un extraño en plena vía pública, ¿quizás?”, le dijo su sarcástica conciencia en un ataque de lucidez.
Mierda. La vida no era justa, porque si lo fuera ella no tendría conciencia y tampoco estaría comprometida. Gimiendo de pura frustración e intentando apartar la culpa por lo que estaba a punto de hacer, hizo acopió de toda su fuerza de voluntad para patearle en la canilla a ese hombre que no hacía más que alborotar sus hormonas.

-¡¿Siempre eres tan imbécil?!.- gruñó furiosa, viéndolo soltarla entre sorprendido y disgustado. ¡Le había pegado fuerte y ni siquiera le estaba doliendo!
Él la recorrió con una mirada descarada a la vez que enarcaba una ceja y trataba de acortar la distancia que ella había impuesto tras golpearlo. -No.-dijo tomando un riso que colgaba suelto sobre su hombro. –También suelo ser un completo estúpido, pero sólo cuando las mujeres me besan sin motivo alguno.- comentó encogiéndose de hombros para quitarle importancia.
-Cretino… -dijo ella empezando a alejarse.
-¿A dónde crees que vas?.- dijo deteniéndola.- ya que tu te quedaste con algo de mí…
-¡Yo no me quedé con nada tuyo!
-¡Corrección! Ya que me robaste un beso…
-Y tú me besaste de vuelta así que estamos a mano.-Emma no podía creer que estuvieran teniendo esa conversación en plena a calle. Connor aparecería en cualquier momento.
-Entonces, ¿si te vuelvo a besar tú tendrás que hacerlo de nuevo?- preguntó él divirtiéndola con tan tonta ocurrencia.
“No, no debería estarse divirtiendo con él”, pensó negando abrumada por la manera en que la hacía sentir ese hombre. Dando un paso atrás lo miro malhumorada. –Aléjate de mi.-pidió de manera ahogada, tratando de agarrarse a su última vía de escape.- Connor, mi prometido está por llegar…-dijo, no comprendiendo el por qué tenía que andar dando explicaciones a desconocidos.

Damian sintió el bandazo de celos que lo golpeó. ¿Celos? El nunca se había sentido celoso. Asustado de estar confundiendo el deseo con cualquier otra cosa, tanteó la idea de dejarla ir pero descubrió que prefería cortarse un miembro antes de no saber más de ella. Mordiéndose la lengua dijo. -Bueno, entonces será muy divertido conocer a Connor…

-Tú no quieres conocer a Connor.-dijo ella con los ojos como platos, haciéndosele cada vez más irresistible.
-Oh, por supuesto que si.- dijo el cobrizo tentado a tomarle el pelo un poco más.
-¿Esto es algún tipo de chantaje o algo?.-dijo ella no pudiendo creer la situación.
- No.-dijo Damian con una seriedad que desmentía la diversión de sus ojos.- Sólo te estoy condicionando.
-¿Condicionando?.-repitió una voz que ella conocía muy bien. Asustada y sintiéndose más culpable de lo que querría aceptar, Emma fue incapaz de voltear a ver a su novio por miedo a que su rostro la delatase.- ¿Me estoy perdiendo de algo?

Emma miró nerviosa a Connor, quien la observaba con el ceño fruncido para luego fulminar con la mirada al desconocido que podría terminar con su noviazgo con tan pocas palabras. “¿No se supone que ese sería Connor?”, le dijo su conciencia pero ella la apartó de antemano al ver que Connor se situaba a su lado y colocaba una tensa y fría mano en su espalda para centrar su aburrida mirada en el desconocido frente a ellos. Emma, tragándose su orgullo aprovechó el que Connor no la estuviera observando para suplicarle con la mirada al sexy desconocido frente a ellos que no dijera nada pero los ojos de ese hombre no mentían, estaba metida en serios problemas. Demonios.

-Entonces tú debes ser Connor.- dijo Damian extendiendo una mano a su malhumorado prometido.-un placer…
-Lamentablemente no puedo decir lo mismo.-agregó Connor sin devolverle el gesto.- ¿Nos conocemos de algún lado?

Damian ni se inmutó por su gesto porque estando en su pellejo, estaría partiendo a golpes al primer desgraciado que se atreviera a mirar a su novia de la manera en la que él lo hacía con la suya.

-Lo dudo.- dijo metiendo sus manos en los bolsillos para disimilar el bulto en el que aún no había reparado.- dudo que seas de los míos.- agregó meciéndose despreocupadamente. Esta vez tanto Connor como Emma le devolvieron una mirada interrogante que lo divirtió a más no poder.

Damian realmente se encontraba intrigado. ¿Cómo una mujer que podía responder de manera tan ardiente y entregada, podía estar comprometida con un hombre como aquel? Ese tío más parecía una estatua por lo tieso que estaba y la cara que ponía, como si tuviera asco de que le fueran a cagar encima en cualquier momento.

-Ya sabes, del tipo que anda de fiesta y rompe las reglas todo el tiempo.-agregó poco después.
-Ya veo.-dijo Connor no haciendo nada por ocultar su disgusto.- pero no entiendo qué tanto podría estar usted hablando con mi prometida.
-No solo estábamos conversando, estábamos…
-¡Nada!.- gritó Emma desesperada por hacerlo callar.- haciendo nada en particular amor. Lo que sucede es que…-miró a Damian en busca de ayuda.
-Damian.-dijo dándole solo su nombre mientras le sonreía con picardía.
-Damian.–repitió ella asintiendo con el ceño fruncido, al comprender que le costaría librarse de él.- estaba preguntando por unas direcciones. Es nuevo en la ciudad.-agregó avisándole con la mirada que si se atrevía a desmentirla perdería algo más que las ganas de seguir sonriendo de esa manera.
-¿Y tienes apellido?.-preguntó Connor tragándose la mentira pero viendo con curiosidad su chaqueta de cuero hecha a medida que desmentía por completo el look de vagabundo que siempre trataba de mostrar.-Supongo que no debes ser de la ciudad para perderte en un lugar lleno de señales y guías.-inquirió mirándolo con disgusto, como si no aprobara el que alguien como él vistiera ropas caras.
Damian lo miró con una ceja alzada, al percibir el sarcasmo y la burla en su tono.-Prefiero mil veces la tranquilidad del campo.-dijo retándolo con la mirada.-pero acepto que la ciudad tiene sus ventajas.-susurró lanzándole una sonrisa torcida a Emma.
-Perdón, ¿cómo dice?.-preguntó un confundido Connor que no había llegado a escuchar su última frase.
-Barnes.-dijo blanqueando los ojos, dando su apellido real por primera vez.- Damian Barnes.- dijo, consiguiendo que Connor lo miraran con la boca abierta y Emma blanqueara los ojos una vez más pero por la reacción de su novio.
-¿El rockero?.-dijo un anonado Connor mirándolo como si fuera un fantasma. Sorprendiéndolo al ver que estaba al tanto de su otra faceta.
-Prefiero que me llamen Damian.-dijo ignorando al hombre que parecía sentirse incómodo después de haberlo tratado mal. Quien diría que un hombre como aquel podría gustar del tipo de música que él producía. Era eso o sólo estaba enterado de los grandes verdes que movía con sus diferentes disqueras.
-¿De qué diablos hablan?.-dijo una confundida Emma mirando del uno al otro. Consiguiendo una mirada irritada por parte de su novio que la hizo encogerse en su sitio por la impresión y que provocó en Damian unas serias ganas de molerlo a golpes por mirarla así.
-Será mejor que me vaya.-dijo malhumorado, pensando que si se quedaba un rato más mataría a ese imbécil.

Emma no podía creer que esa sola frase la hiciera sentir tan incómoda, como si el verlo partir fuera algo que no podría soportar. ¡Demonios!. Recién lo conocía, era un hombre irritable que no había hecho más que sacarle provecho a la situación. Lo único que conseguiría a su lado serían más problemas y dolores de cabeza. Frustrada, intentó poner a raya sus pensamientos a la vez que extendía una mano hacia Damian en forma de despedida.-Espero haber sido de ayuda.-le dijo incómoda al ver que Damian miraba divertido, de su mano extendida a sus generosos labios.

Damian, haciendo caso omiso de su gesto cordial y de Connor que los miraba con el ceño fruncido, se inclinó sobre Emma para susurrarle al oído-No te imaginas cuánto muñeca.-dijo con la voz cargada de deseo, antes de darle un casto beso en los labios.
Sorprendida, cabreada y lamentablemente excita. Vio como Damian retrocedía con una sonrisa sardónica en los labios mientras le guiñaba un ojo y gesticulaba un “Llámame”, antes de dar media vuelta y desaparecer calle abajo.

“Demonios”, pensó Emma, “definitivamente no me voy a casar”…

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